domingo, 17 de mayo de 2009

Un insulto en toda regla

LUNES, 16 DE MARZO DE 2009
MARÍA DEL PINO FUENTES DE ARMAS

Un insulto en toda regla

DESAFORTUNADA, muy desafortunada, ha estado la periodista de El Mundo Lucía Méndez al titular su artículo de la página "Políticos Bajo Sospecha/La situación en el PP", del pasado domingo día ocho de marzo, en referencia a los implicados en el "caso Gürtel", con la leyenda: "El club de los suboficiales del Ejército de Aznar".

El uso que ha hecho del término "suboficial" puede considerarse un insulto en toda regla al relacionar, indirectamente, a cuantos tienen la condición de suboficiales en las Fuerzas Armadas Españolas, con aquellos que supuestamente han observado una conducta ilícita al implicarse en cobros de comisiones mientras detentan un cargo público. Mucho más sorprendente ha sido el silencio de la ministra de Defensa y del Estado Mayor de la Defensa, al no rebelarse, al menos públicamente, ante tamaño despropósito, pidiendo una rectificación en el periódico de la autora del insulto gratuito, pues el suboficial es el militar que ostenta un mando intermedio entre el oficial y la tropa y, que se sepa, Aznar no tenía rango entre las Fuerzas Armadas Españolas o entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, quienes también han adoptado este término. Los militares son personas que han elegido, libremente, renunciar a ser ciudadanos de pleno derecho para convertirse en servidores públicos de todos los españoles, no perteneciendo ni a un bando ni a otro.

Las similitudes en el lenguaje periodístico deben ser exquisitas, máxime cuando de mezclar en "lodos" se trata, pues la riqueza del castellano nos permite usar términos más apropiados sin zaherir a todo el colectivo de los Ejércitos, subordinado en el escalafón al de los oficiales, pero tan válido como otro cualquiera; pues la época de soportar el sambenito de "chusqueros", no sin sacrificio y esfuerzo, ya pasó a la historia. El suboficial es un profesional que ha optado por integrarse en la función pública, asumiendo y superando los requisitos y pruebas de suficiencia que, el poder público legítimo, ha establecido como imperativo para formar parte de los Ejércitos con la categoría profesional de suboficial. Un colectivo en la carrera de las armas que tiene su ámbito de actuación en el escalón de mando intermedio; que orienta su especialización, desde su ingreso en la correspondiente Academia de Suboficiales hasta incorporarse a su escala tras adquirir el empleo militar de sargento, palabra a la que algunos documentalistas atribuyen su procedencia al termino francés serregens (cierra gentes), al alemán shergen o a la romana serviens y serxents que es la que más parece posible; sargento que en su trayectoria profesional continúa sometido a un proceso de continua evaluación con los informes personales de calificación, que fiscalizan anualmente el rendimiento, la competencia y la capacidad para el desarrollo de sus funciones, y que determinan los posteriores ascensos a los diferentes empleos de la Escala de Suboficiales, los destinos a ocupar y el permanente peregrinar por la geografía de la Nación y por los países en conflicto donde el deber los lleve.

Su historia se remonta a la Edad Media, fecha en la que ya aparecen en documentos las primeras referencias a los sargentos como categoría auxiliar de los oficiales, siendo su principal función la de sargento furriel, encargado de las raciones, sueldos, y auxiliar del capitán cuando el alférez iba a reclutar. En 1494 al crearse las Guardias viejas de Castilla es cuando aparece reflejada, más fehacientemente, la categoría de sargento como precursora de la escala de suboficiales, al incluirse uno en cada Capitanía.

Los primeros suboficiales eran reconocidos como sargentos con las siguientes categorías: sargento general de batalla ?oficial inmediato al maestre de campo general?; sargento mayor ?oficial encargado del adiestramiento, instrucción y disciplina?; sargento mayor de brigada ?el más antiguo de los Sargentos Mayores?; sargento de plaza ?oficial o jefe encargado?. Como ven, bastan unas nociones de historia y de protocolo castrense para no ofender a nadie al tildarlos de correligionarios, acepción cuya fonética puede confundir, con las prisas, a aquellos que no conocen la historia de los Ejércitos, con el noble cuerpo de tropas llamado desde la época romana: legión.

"Difama, que algo queda", dice la voz popular, por lo que yo propondría someter a una ordalía a esta pléyade de profesionales de la palabra (yo no lo soy), que han hecho de la alcahuetería su modo de vida. El triste sino de estos asalariados pasa por sembrar de cizaña el campo contrario, dividiendo España, fomentando la crispación en un Estado de derecho en el que todos tenemos cabida, siempre y cuando se respeten las reglas del juego democrático.

En este sentido, el Real Decreto 96/2009 de 6 de febrero, por el que se aprueban las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, consagra en su Título Preliminar y en concreto en su artículo 11 que: "?..La dignidad y los derechos inviolables de la persona son valores que tiene obligación de respetar y derecho a exigir. En ningún caso los militares estarán sometidos, ni someterán a otros, a medidas que supongan menoscabo de la dignidad personal o limitación indebida de sus derechos".

Lucía no ha estado "lúcida" en su diatriba, metáfora o circunloquio. Quiso usar la retórica "lucianesca" y le salió, nunca mejor dicho, "el tiro por la culata".

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